
¿Hasta Cuando?
Te puedes acostumbrar a muchas cosas: orar, ver milagros, leer la palabra, ir a la iglesia e incluso a ti mismo, a lo que eres en la vida. El peligro de esta última radica en que al acostumbrarte a ti empiezas a perder la expectativa de lo que podrías llegar a alcanzar en un futuro. Todo esto provoca una actitud pasiva respecto a la vida y esto nos puede llegar a estancar.
Para cambiar tu forma de vivir debes renovar constantemente tus pensamientos.[1] La frase: “Yo así nací y así me quedo” jamás va a ser una excusa para estancarte en un estilo de vida. Plantear un estándar permanente de pensamiento afecta directamente en las acciones que realizamos. ¿Por qué acostumbrarte a tu estado actual, si Dios tiene algo aún más grande para ti?
Cuando el Señor le reveló un sueño a José, hijo de Jacob, no tenía todo lo que necesitaba para ser el segundo al mando después del faraón, pero en los diferentes escenarios de su vida, Dios fue renovando su manera de pensar para que pudiera alcanzar su propósito. Sin importar en qué situación te encuentres, mantén la expectativa de lo que Dios es capaz de hacer si renuevas tu forma de pensar.
En Proverbios se habla de un hombre que pensaba que su actitud estaba ligada a la cantidad de recursos que tenía.[2] Las riquezas son útiles y necesarias, pero no deberían determinar nuestra conducta. William Colgate —fundador de la empresa mundialmente conocida que fabrica productos de aseo bucal— pasó etapas de escasez y de abundancia, pero su actitud siempre iba dirigida a honrar a Dios con los recursos que tenía.
Hace algunos años, cuando estaba en el colegio y me gustaba jugar futbol, a la hora de escoger equipos nunca me elegían de primero, y cuando empezaba el partido tampoco se me facilitaba echar los goles. En ese momento de mi vida me di cuenta de que si quería alcanzar algo me debía esforzar más que cualquier otra persona. El problema no es que las cosas te cuesten más, sino que no quieras esforzarte por alcanzarlas.
Desde que estábamos en el vientre de nuestra madre luchamos para nacer y sobrevivir. ¿Qué nos hace pensar, entonces, que ya no seguiremos haciéndolo? Por estar esperando que alguien haga algo por nosotros olvidamos que tenemos la capacidad de luchar y conquistar.
El pueblo de Israel se acomodó a Egipto de tal forma que ni siquiera estuvo dispuesto a luchar por conquistar la tierra prometida que Dios ya les había entregado, pero que se las hubiese entregado no quería decir que no iban a tener que esforzarse y pelear para conquistarla. ¿Cuándo volverás a usar tu corazón conquistador? Tu capacidad de persistencia y lucha definirá los logros que alcanzarás.
El Señor le pidió a Gedeón que salvara al pueblo de Israel y, a través de esa demanda, Él lo ayudó a atravesar sus barreras mentales e incluso físicas.[3] Porque Dios no ve tu contexto, sino todo el potencial que llevas dentro. ¿Hasta cuándo te vas a quedar en la misma condición? Él te configuró de tal forma que puedas alcanzar tu propósito. ¡Levántate y lucha! No te acostumbres a tu estado actual porque nuestro Padre tiene mucho para ti y está en tus manos conquistarlo.
Efesios 4:20-24 Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
Proverbios 30:7-9 Dos cosas te he demandado; No me las niegues antes que muera: Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; No me des pobreza ni riquezas; Manténme del pan necesario; No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, Y blasfeme el nombre de mi Dios
Jueces 6:12-16 Y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente. Y Gedeón le respondió: Ah, señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas, que nuestros padres nos han contado, diciendo: ¿No nos sacó Jehová de Egipto? Y ahora Jehová nos ha desamparado, y nos ha entregado en mano de los madianitas. Y mirándole Jehová, le dijo: Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo? Entonces le respondió: Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre. Jehová le dijo: Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre.